Los maestros cumplen un papel fundamental en el desarrollo de los más pequeños.
En la actualidad las múltiples actividades de la gente, las necesidades apremiantes más que antes y el incesante correr del tiempo, ha hecho que los padres de familia ya no miren de cerca el desarrollo del aprendizaje de sus menores hijos e hijas, lo que es inaceptable. Cada niño y niña es un mundo único, una criatura que requiere de cuidados y de un conjunto de orientaciones, conocimientos y afecto.
Los pequeños necesitan de los mayores y en particular en la escuela, que los docentes tengan la real vocación de enseñanza. Si bien es cierto que la labor del docente es formar a sus menores, no recae sobre sus hombros toda la responsabilidad para lograr este cometido. La educación en los primeros años de la niñez debe ser conjunta: padres y profesores, haciendo un sólido bloque de acciones acertadas para procurar el desarrollo cognitivo, actitudinal, sentimental y valorativo, entre otros aspectos esenciales para los pequeños y pequeñas.
Se pretende también que los espacios de estudio sean como una prolongación del hogar, en el que los docentes adquieran un papel importante, respetable y querido por los niños y niñas que asisten a los centros de enseñanza. Además, en esta etapa influye mucho el ejemplo de los docentes, por lo que este tiene que ser positivo.
El mundo de los niños y las niñas es sensible y en muchos casos el docente cubre vacíos existentes en la vida de los menores como afecto, disposición para escuchar, consejería, etc. Aquí y en todos los aspectos antes señalados, se puede ver la labor importante de los docentes en esta etapa fundamentalmente.
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